Siento una dicha nueva: una dicha profunda que se manifiesta ligera, abierta. Hoy menstruo: me encuentro en mi segundo día de sangrado. Hace 16 años que sangro cada mes, pero tansolo hace dos años, redondeando, que empecé a interesarme por mi ciclo, a comprenderlo y a amarlo. Sí, a día de hoy amo mi sangre lunar, agradezco y honro mi sangrado. Pero no siempre fué así. Menstruar era para mí sinónimo de dolor y agonía mezclados. Unos días del mes cuya llegada no celebraba y durante los que tiraba como podía esperado hasta que todo hubiera pasado. ¡Que ironía! Cuantísima información me estaba pasando desapercibida sobre mí, mis emociones, mi vida... Me medicaba para poder funcionar y no sentir el dolor ¡cuando ese importante mensaje del cuerpo me traía! Entender mi ciclo menstrual, fue un paso esencial para conectar conmigo misma y empezar a amarme. He aprendido a sentirlo, a observarme obserbándolo, a escucharle cuando me habla. Pues a cada nuevo ciclo aprendo de su mágia. Mi relación con mi cuerpo ha cambiado como también lo hicieron las sensaciones que mi menstruación manifestaba. La vínculo con mi ciclo se ha ido estrechando durante meses pero hoy... ¡Hoy me siento enamorada! Algo nuevo a ocurrido, en el último taller de sanación uterina que impartí surgió un debate sobre el sangrado libre de forma espontánea y María Magdalena aportó algunas reflexiones y tips sobre el tema. Y un deseo, como una vela, se encendió en mi: poder acompañar a mi sangre, mi cuerpo, poder-los sentir y participar en el sangrado de modo más activo, empoderarme de mi sangrado. Ojo, no controlarlo sino acompañarlo. Lo que jamás imaginé es que mi cuerpo (mi vagina, mi útero, mis ovarios) estarían tan felices de participar y lo mostrarían tan rápido.
Ayer llegó el sangrado. Y aunque se adelantó yo lo esperaba, me había avisado mi útero dos días antes haciéndose sentir demasiado lleno (incluso pesado). Siento que el trabajo amoroso previo de reconocer y conectar con mi útero, ha sido clave. Bajaba la sangre y yo la observaba. Decidida a aprender a escucharme, esta vez no solo sentía lo que ocurría en mi sino que escuchaba las señales que lo acompañan. Fue como si llegara una niña nueva a clase ¡desde el primer momento sentí su complicidad y supe que seríamos inseparables! Esta menstruación me quiere libre y despierta: me cuenta historias de sus andanzas, me pasa notitas, me avisa... Y yo retengo el flujo, por un instante mi mundo interno se paraliza. Voy al baño con ilusión, casi corriendo de puntitas (no por la prisa sino por ilusión). Suelto con una sonrisa y miro la taza del wc y ahí está: roja, hermosa, mía. Sangre que no proviene de niguna herida. Siento que más que expulsarla la abrazo y a la vez me despido, cómo recibe el mar a un río. Agradeciendo su descenso en mi, el privilegio, el honor que me ha sido concedido. Más que aprender a sangrar libremente, voy recordando... tomando lo que siempre ha sido mío. Agradeciendo ser una mujer libre cuyo cuerpo enseña a sangrar libremente.
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